Muy buenas:
Ya está aquí la tercera miria de Torija (como pasa el tiempo; son 10 kilómetros a pie por la zona del pueblo) Es el 19 de abril a las 12 de la mañana con la salida en el centro del pueblo en la plaza junto al castillo de Torija que se puede ver desde la autopista antes de entrar a la villa. No hay problemas de aparcamiento y tampoco pérdida solo hay que seguir a los atletas que ya estarán calentando por las calles.
Para saber las reglas, normas, obligaciones, etc... de la carrera entra aquí.
Ver mapa más grande
Éste año no me apunto a correrla aunque ganas no me faltan soy capaz, de todas forma iré a verla y haré fotos al club de Alovera donde está mi cuñado José Marquez y donde tengo pensado apuntarme. Más aún, cuando ayer 16 de abril me dieron los resultados de la resonancia: Ausencia de restos tumorales en la cabeza, decía el parte; de momento parece que la radioterapia y la quimio oral me limpiaron la cabeza de bichos malos. Me encuentro perfecto a día de hoy y voy mejorando cada vez más. La cicatriz está muy bien y apenas me produce molestias y el pelo quiere volver a crecer, aunque me lo sigo afeitando, tiempo al tiempo, no hay prisa.
Ya hace un año que corrimos ésta carrera Andrés Yebes Serrada y yo y me pareció una carrera fácil y muy bonita a pesar de sus subidas y bajadas y cambios de ritmo. Se la recomiendo a tod@ aquel principiante que tenga ganas de participar en una carrera fácil y con un buen ambiente festivo.
¡Animo y a correr para divertirse!
Por cierto: tengo la invitación de Ricardo Abad para ir a la fiesta que se celebrará el 30 mayo cuando finalice los 150 maratones en 150 días que tiene pendientes.
Será en Tafalla ciudad donde él vive.
Saludos a tod@s.
viernes, 17 de abril de 2009
TERCERA MIRIA VILLA DE TORIJA, EN GUADALAJARA
viernes, 3 de abril de 2009
131 MARATONES EN 131 DÍAS ¿Alguien da más?
Pues sí, ya se superó los 100 maratones que intenta Ricardo Abad y hace mucho, desde el 4 julio al 11 de noviembre de 2007.
El campeón es Brad Alsop un tipo que de momento tiene todo un record sin superar por nadie. Ni Dean Karnazes ni el japonés ni el italiano ni Ricardo Abad que representa a los españoles y tendrá que correr más de 131 maratones para superar a Brad Alsop. Así que a apretar el culo y pa`lante.
jueves, 5 de febrero de 2009
Subida al Ocejón en una invernal mañana de finales de septiembre.
José, arriba y Rafa
Muy buenas:Os cuento la aventura que pasamos mi cuñado José y yo el 27 de septiembre del 2008. Jamás imaginé que el viaje se complicaría tanto.
Un par de días antes le propuse a mi cuñado que si quería ir al Ocejón y en unas dos horas más o menos terminar la aventura, luego iríamos a comer a algún pueblo. Le pareció genial y sobre todo ahora que podía haber nieve en la cumbre. Nunca había subido con nieve (luego, nos hartaríamos de verla y de sentirla)
—¡Yo te invito a comer! —dijo mi cuñado eufórico.
—¡Venga va!
Dos días después el 27 de septiembre quedamos en mi casa y él me recogió con su coche. Metí todo mi "equipo de montaña": mi abrigo, mis botas de nieve, guantes de invierno para la bici, un bastón para la montaña y una mochila color roja con algo de fruta. Al llegar a la gasolinera, a un kilómetro de mi casa, paramos a repostar y recordé que mi GPS de muñeca (un Garmin forerunner 301; nunca salgo sin él) lo había dejado a la entrada de mi casa mientras adquiría la información de los satélites.
—¡Tenemos que volver a por el GPS!
—No nos hace falta ningún GPS, es una tontería en el Ocejón no te puedes perder nunca.
Estuvo a punto de convencerme, pero insistí.
—Puede ser, pero volvamos a por él por si acaso, nunca se sabe y, además, solo estamos a un kilómetro, coño.
Después de recoger el GPS, continuamos el viaje rumbo a Valverde de los Arroyos. La carretera tenía hielo y nieve en algunos tramos lo que podría complicar la cosa a la vuelta ya por la tarde si nevaba. El cielo no invitaba a ser optimistas. Estaba totalmente nublado y hacía mucho frío.
Por fin, llegamos al Valverde: aparcamos el coche, nos cambiamos el calzado y nos dispusimos a subir al Ocejón, nuestro destino, llenos de alegría y con ganas de aventura. Cogí mi bastón para apoyarme y así ir más cómodo, aún no estaba en forma tras la operación. José, no cogió el suyo a pesar de lo que le insistí.
El pueblo, estaba de postal: nieve en los tejados de pizarra, con estalactitas en las cornisas, calles y fuentes heladas. Muy bonito, pero la verdad no era halagüeña, si en esa cota había nieve, ¿que nos encontraríamos subiendo o llegando a la cima, unos 800 metros más arriba?
Salimos desde la plaza hasta el campo de fútbol, hay un camino de tierra, ese día era de barro, que transcurre al lado de una cerca construida con piedras. Cogimos el camino que nos lleva a la cascada que se llama Chorreras de Despeñalagua. El camino se convierte en una senda por donde el agua fundida de la nieve, transcurre en regueros mojando las zapatillas de mi cuñado que va pegando saltos y soltando tacos. En éste punto la subida es casi horizontal. Delante nuestra se ven grupos de personas que nos sacan una ventaja considerable. No es ninguna carrera haber quien llega antes, pero mi cuñado se pica y tira a por ellos arrastrándome a una carrera cuesta arriba sin sentido. Los pulmones me arden a pesar del frío, pero me contagia el pique y hago de tripas corazón, ¡a por ellos!.
Unos metros más arriba la nieve ya está en todo el camino formando placas de hielo que hace muy peligro andar sin dar un resbalón y caer de bruces. Hay que extremar la precaución.
Vista de la sierra de Ayllón y el camino hacia Valverde con mi bastón en primer plano.
Adelantamos a un pequeño grupo y a una pareja, pero el grueso de la formación aún estaba muy lejos, pronto les daríamos caza, la nieve ya nos llegaba a los tobillos y los resbalones por el hielo eran constantes, había que agarrarse a las ramas y clavar bien el bastón. Se retrasaba la marcha por momentos.
Después de cruzar Arroyo de la Pineda y tras algún que otro resbalón y soltar más tacos que risas, Llegamos al pinar situado a la izquierda de la ruta.
—¡Para adelantar a aquellos tíos tenemos que subir pegados a los pinos y acortaremos un buen trecho, vamos!
—¿Seguro? --dije yo
—Claro, yo siempre he subido por aquí, no hay problema.
—Pues yo creo que deberíamos seguir por la senda que va por el valle y hoy con la nieve pues...
—Nada, tú tranquilo, confía en mi.
Bueno, eso hice, confiar en él y le seguí. En algunas zonas la nieve ya estaba en la rodilla y cada paso era una carga y además la niebla, una niebla espesa nos amenazaba pocos metros mas arriba.
Después de cruzar Arroyo de la Pineda y tras algún que otro resbalón y soltar más tacos que risas, Llegamos al pinar situado a la izquierda de la ruta.
—¡Para adelantar a aquellos tíos tenemos que subir pegados a los pinos y acortaremos un buen trecho, vamos!
—¿Seguro? --dije yo
—Claro, yo siempre he subido por aquí, no hay problema.
—Pues yo creo que deberíamos seguir por la senda que va por el valle y hoy con la nieve pues...
—Nada, tú tranquilo, confía en mi.
Bueno, eso hice, confiar en él y le seguí. En algunas zonas la nieve ya estaba en la rodilla y cada paso era una carga y además la niebla, una niebla espesa nos amenazaba pocos metros mas arriba.
Subíamos por un pequeño sendero de nieve virgen y para ayudarnos en la subida era imprescindible agarrarse a las ramas de los pinos que estaban a nuestro lado. Las únicas huellas eran las nuestras y las de algún que otro pájaro. Al llegar a una formación de rocas, se cortó la senda y nos desviamos a la derecha, siempre al sur, según la brújula del GPS.
Nos acercábamos a la niebla por momentos, era inevitable y la temperatura bajaba como el ascensor de un hospital. Llegados a un punto nos cruzamos con unos tipos que corrían cuesta abajo, ni nos miraron.
—Se estarán preparando para alguna competición, seguro. --dijo mi cuñado. --¡Vamos a seguir las huellas que han dejado haber si nos llevan a la cima!
No me gustó mucho la idea, pero una vez más le hice caso. A nuestra derecha se veía a los otros, "el enemigo a batir" que tranquilamente subía, incluso les acompañaba un perro.
De repente nos vimos inmersos en una espesa niebla que sumado a la blanca nieve del suelo nos hizo perder toda referencia, no veíamos a veinte metros, solo oíamos a la gente y al perro cuando ladraba, nada más. A éste problema se sumó una ventisca helada que rápidamente nos congeló todo lo que teníamos húmedo. Bueno, teníamos el GPS y seguíamos rumbo al Sur, pero algo falló.
Llegamos a un punto, una falsa cima entre algún punto del Ocejoncillo y el Ocejón, donde la fuerza del viento nos tiraba para atrás. Una marca amarilla: de las que señalan la ruta, algo parecido a las que te hacen seguir la ruta del Camino de Santiago, pero ésta no especificaba si había que ir a la derecha o a la izquierda, estábamos casi perdidos. Seguir de frente era imposible: un abismo blanco sin fondo nos cortaba el paso. A nuestra izquierda, donde yo suponía que estaba la cima, se oían voces a pesar de la ventisca y algún que otro ladrido de perro.
—José, me parece que es por ahí —dije señalando a la izquierda.
Mi cuñado ya estaba un poco nervioso y no quería confesar que no sabía donde estábamos ni qué camino elegir.
—No, vamos por la derecha, según mis cálculos es siempre por la derecha.
—José, hemos seguido siempre dirección Sur y si de repente estamos casi en la cima y no podemos seguir adelante ni subir más, por lógica y sabiendo la posición de la montaña tenemos que ir al Este que es nuestra izquierda.
—¿No oyes a la gente y al perro? —dije.
—Sí, pero también están perdidos, te lo digo yo. ¡Vamos por la derecha no debe faltar mucho y verás que tengo razón.
Una vez más le hice caso, no sé porqué, pero le seguí. El aire, por rachas, era huracanado. El suelo helado y las piedra afiladas, muchas sueltas, hizo peligrar nuestro huesos en más de una ocasión. El altímetro marcaba un descenso contante y una dirección Oeste que para cualquiera que tenga un poco situado el Ocejón en un mapa sabe que nos dirigíamos hacia el Ocejoncillo, pero mi cuñado estaba "seguro" de ir por el buen camino. Poco después, encontramos un refugio en una loma. Estuve éste verano y reconocí aquel montón de piedras (tres paredes y un techo) marcaba la cumbre del Ocejoncillo, pero mi cuñado seguía en sus trece.
—¡José, ésto marca el Ocejoncillo, coño que me acuerdo de éste verano y si seguimos bajando llegamos a Majaelrayo, Ostras! ¡Tenemos que dar la vuelta!
—¡Que no! ¡Tenemos que seguir!
—¿Pero como va a seguir si estamos bajando?. Mira, me voy a la derecha y le pregunto a aquellos que por allí vienen.
Le convencí y bajamos a la derecha donde nos cruzamos con los chavales y el perro, un pastor alemán que ya regresaban. El perro se dirigió hacia mi y tuve que levantar el bastón en mi defensa temiendo que me mordiera, ¡pedazo de perro!
—Muy buenas, creemos que no vamos por la dirección correcta, ¿donde está la cima? —solté al primero de los chavales.
Fueron acercándose más del grupo colocándose a nuestro alrededor, el perro me olfateaba mientras me empujaba con el hocico.
—Sí, el pico está en ésa dirección. Tenéis que dejar las rocas a la derecha y llegáis sin problemas. siempre hacia el Este—dijo señalando por detrás de su espalda.
Mi cuñado y yo nos miramos.
—¿Entonces en aquella dirección...donde hubiéramos llegado? —dijo mi cuñado apuntando con el brazo por donde él quería bajar.
—Por ahí vais a Majaelrayo o llegáis a Valverde.
—¿Seguro?
—Claro, tenemos un GPS con los tracks de la ruta ya marcados y por eso no nos hemos perdido. Con ésta niebla...
—Bien pues muchas gracias y que tengáis buena bajada. —dije.
—¿Que hacemos? —le dije a mi cuñado —Ya tenemos media montaña bajada, ¿volvemos a la cumbre o abortamos la misión?
—Ya que hemos venido a subir la montaña y la aventura es la aventura, pues seguimos por donde nos han dicho y hacemos cumbre, nos va retrasar mucho, pero yo he venido a tocar la cima.
Nos quedamos en silencio mirando a los chavales hasta que la niebla los engullió y continuamos nuestra fatigosa ascensión, luchando con la ventisca que nos golpeaba de cara.
Casi dos horas después pisamos la cima 2049 sobre el nivel del mar. El viento y el frío nos dejaron helados al instante. Una foto y a bajar que tampoco era moco de pavo. Yo diría que más peligroso que subir.
Ya en la cima: no se ve el hito, pero estamos en lo más alto.
Tras muchos patinazos y caídas y ver que prácticamente no descendíamos, la moral fue decayendo. Como dije antes las bajadas son más peligrosas que las subidas y José estuvo apunto de romperse la pierna.
Al final tardamos más de seis horas en hacer todo el recorrido de ida y de vuelta frente a las dos horas que nos impusimos como meta. Fue imposible hacerlo más rápido y encima fuimos los últimos en abandonar la montaña y sin haber comido nada, solo un par de zumos.
Mi cuñado después de una de sus caídas
Nos acercábamos a la niebla por momentos, era inevitable y la temperatura bajaba como el ascensor de un hospital. Llegados a un punto nos cruzamos con unos tipos que corrían cuesta abajo, ni nos miraron.
—Se estarán preparando para alguna competición, seguro. --dijo mi cuñado. --¡Vamos a seguir las huellas que han dejado haber si nos llevan a la cima!
No me gustó mucho la idea, pero una vez más le hice caso. A nuestra derecha se veía a los otros, "el enemigo a batir" que tranquilamente subía, incluso les acompañaba un perro.
De repente nos vimos inmersos en una espesa niebla que sumado a la blanca nieve del suelo nos hizo perder toda referencia, no veíamos a veinte metros, solo oíamos a la gente y al perro cuando ladraba, nada más. A éste problema se sumó una ventisca helada que rápidamente nos congeló todo lo que teníamos húmedo. Bueno, teníamos el GPS y seguíamos rumbo al Sur, pero algo falló.
Llegamos a un punto, una falsa cima entre algún punto del Ocejoncillo y el Ocejón, donde la fuerza del viento nos tiraba para atrás. Una marca amarilla: de las que señalan la ruta, algo parecido a las que te hacen seguir la ruta del Camino de Santiago, pero ésta no especificaba si había que ir a la derecha o a la izquierda, estábamos casi perdidos. Seguir de frente era imposible: un abismo blanco sin fondo nos cortaba el paso. A nuestra izquierda, donde yo suponía que estaba la cima, se oían voces a pesar de la ventisca y algún que otro ladrido de perro.
—José, me parece que es por ahí —dije señalando a la izquierda.
Mi cuñado ya estaba un poco nervioso y no quería confesar que no sabía donde estábamos ni qué camino elegir.
—No, vamos por la derecha, según mis cálculos es siempre por la derecha.
—José, hemos seguido siempre dirección Sur y si de repente estamos casi en la cima y no podemos seguir adelante ni subir más, por lógica y sabiendo la posición de la montaña tenemos que ir al Este que es nuestra izquierda.
—¿No oyes a la gente y al perro? —dije.
—Sí, pero también están perdidos, te lo digo yo. ¡Vamos por la derecha no debe faltar mucho y verás que tengo razón.
Una vez más le hice caso, no sé porqué, pero le seguí. El aire, por rachas, era huracanado. El suelo helado y las piedra afiladas, muchas sueltas, hizo peligrar nuestro huesos en más de una ocasión. El altímetro marcaba un descenso contante y una dirección Oeste que para cualquiera que tenga un poco situado el Ocejón en un mapa sabe que nos dirigíamos hacia el Ocejoncillo, pero mi cuñado estaba "seguro" de ir por el buen camino. Poco después, encontramos un refugio en una loma. Estuve éste verano y reconocí aquel montón de piedras (tres paredes y un techo) marcaba la cumbre del Ocejoncillo, pero mi cuñado seguía en sus trece.
—¡José, ésto marca el Ocejoncillo, coño que me acuerdo de éste verano y si seguimos bajando llegamos a Majaelrayo, Ostras! ¡Tenemos que dar la vuelta!
En el refugio del Ocejoncillo.
—¡Que no! ¡Tenemos que seguir!
—¿Pero como va a seguir si estamos bajando?. Mira, me voy a la derecha y le pregunto a aquellos que por allí vienen.
Le convencí y bajamos a la derecha donde nos cruzamos con los chavales y el perro, un pastor alemán que ya regresaban. El perro se dirigió hacia mi y tuve que levantar el bastón en mi defensa temiendo que me mordiera, ¡pedazo de perro!
—Muy buenas, creemos que no vamos por la dirección correcta, ¿donde está la cima? —solté al primero de los chavales.
Fueron acercándose más del grupo colocándose a nuestro alrededor, el perro me olfateaba mientras me empujaba con el hocico.
—Sí, el pico está en ésa dirección. Tenéis que dejar las rocas a la derecha y llegáis sin problemas. siempre hacia el Este—dijo señalando por detrás de su espalda.
Mi cuñado y yo nos miramos.
—¿Entonces en aquella dirección...donde hubiéramos llegado? —dijo mi cuñado apuntando con el brazo por donde él quería bajar.
—Por ahí vais a Majaelrayo o llegáis a Valverde.
—¿Seguro?
—Claro, tenemos un GPS con los tracks de la ruta ya marcados y por eso no nos hemos perdido. Con ésta niebla...
—Bien pues muchas gracias y que tengáis buena bajada. —dije.
—¿Que hacemos? —le dije a mi cuñado —Ya tenemos media montaña bajada, ¿volvemos a la cumbre o abortamos la misión?
—Ya que hemos venido a subir la montaña y la aventura es la aventura, pues seguimos por donde nos han dicho y hacemos cumbre, nos va retrasar mucho, pero yo he venido a tocar la cima.
Nos quedamos en silencio mirando a los chavales hasta que la niebla los engullió y continuamos nuestra fatigosa ascensión, luchando con la ventisca que nos golpeaba de cara.
Casi dos horas después pisamos la cima 2049 sobre el nivel del mar. El viento y el frío nos dejaron helados al instante. Una foto y a bajar que tampoco era moco de pavo. Yo diría que más peligroso que subir.
Ya en la cima: no se ve el hito, pero estamos en lo más alto.
Tras muchos patinazos y caídas y ver que prácticamente no descendíamos, la moral fue decayendo. Como dije antes las bajadas son más peligrosas que las subidas y José estuvo apunto de romperse la pierna.
Al final tardamos más de seis horas en hacer todo el recorrido de ida y de vuelta frente a las dos horas que nos impusimos como meta. Fue imposible hacerlo más rápido y encima fuimos los últimos en abandonar la montaña y sin haber comido nada, solo un par de zumos.
Mi cuñado después de una de sus caídas
En una zona segura de la montaña: sin viento ni niebla: cansados, doloridos, con frío, pero orgullos.
Llegamos a casa de noche y muy cansados, aunque paramos en un pueblo a tomar unos aperitivos, que nos elevaron los ánimos.
—Cuando llegue el buen tiempo volvemos, pero ésta vez al Pico del Lobo que está más alto—Propuse a mi cuñado.
—Eso está echo, pero que no halla nieve, con nieve no subo más a la montaña sin un buen equipo. Nos pudo haber pasado lo peor...
—Muy bien, OK, con nieve nunca más.
—Bueno, pues para la próxima: ¡Al pico del Lobo o más alto! ¿cuento con vosotr@? —digo
—Cuando llegue el buen tiempo volvemos, pero ésta vez al Pico del Lobo que está más alto—Propuse a mi cuñado.
—Eso está echo, pero que no halla nieve, con nieve no subo más a la montaña sin un buen equipo. Nos pudo haber pasado lo peor...
—Muy bien, OK, con nieve nunca más.
—Bueno, pues para la próxima: ¡Al pico del Lobo o más alto! ¿cuento con vosotr@? —digo
Imágenes del recorrido
jueves, 30 de octubre de 2008
¡¡ YA ESTOY EN CASA !!
En los pasillos del Hospital dirigiéndome a los ascensores. tengo, relativamente, buena cara, pero ese no soy yo aún, poco a poco me recuperaré. La alegría de irme es visible en mi rostro dañado.
Hola, ya estoy en casa, ésta mañana a las 13:00 ya iba en el coche camino de casa.Más o menos a las 14:00 ya comía en mi casa comida casera de verdad y poco después ya estaba con mi hijo haciéndole un disfraz para mañana el cole. Bueno, que estoy bien y p´lante.Ya iré publicando más cosas, mi diario, todos los sentimientos y pensamientos que he vivido y fotos, más fotos.
Saludos.
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